Alex Sardà se estrena en el largo documental con un perfil íntimo y sobrecogedor sobre la vida en Jordania de un exconvicto que trata de sacar a su familia adelante
‘Hafreiat’, un canto a las segundas oportunidades

“Me gusta trabajar con los accidentes y con las cosas que pasan por azar. Conocer a Mohamed fue así: un encuentro a dos bandas surgido de la intuición” explica el cineasta Alex Sardà desde la Seminci 2022. Acaba de llegar al certamen vallisoletano para presentar Hafreiat, su estreno en el largo documental y obra en la que ahonda en una realidad sobrecogedora e inusual: la lucha de un exconvicto palestino jordano por enterrar de una vez el pasado y sacar a su familia adelante.
Hay un componente poético e irónico en el hecho de que Mohamed, más conocido entre sus cercanos como Abu Dya, trabaje en un centro arqueológico cercano a Petra, ayudando a desenterrar, justamente, las ruinas de un pasado glorioso. Los motivos por los que ha acabado en la excavación son, no obstante, mucho más mundanos, ya que es de los pocos puestos de trabajo en el país que no solicita un informe de antecedentes penales a sus trabajadores.
Pero ¿qué llevó a Sardà a viajar hasta Jordania para acabar encontrándose con Abu Dya en una misión arqueológica española en el norte de Jordania? “Salió la oportunidad de seguir durante unos dos meses a este grupo de arqueólogos con la idea de observar las relaciones y vínculos de los científicos con la comunidad local”, explica. “Nos plantamos con la cámara un equipo de seis personas en el yacimiento, sin saber quiénes iban a ser nuestros protagonistas ni la historia que queríamos contar, y enseguida conocimos a Mohamed. Nos dijo: Mañana voy a traer a mi hijo, venid”.
El encuentro por el que nació Hafreiat

Sardà dice que Abu Dya tenía muchas ganas de explicar su historia y lo que comenzó literalmente con las imágenes de un trabajador que un día trae al yacimiento a su hijo se transformó en una película que acaba hablando de las segundas oportunidades. “La secuencia en que vemos a su hijo es lo primero que grabamos. A partir de esa inocente estampa inicial fuimos excavando en su historia mientras que él fue abriéndonos las puertas de su vida”.
Ese encuentro nacido del azar, en el que existen dificultades comunicativas añadidas a causa del idioma, no supuso un problema a la hora de rodar, porque “todo fue muy natural y apenas hubo intervención por nuestra parte”. Sardà sabía que quería contar la historia con la cámara pegada a su personaje para intentar adaptar su punto de vista. El resultado ciertamente sorprende, teniendo en cuenta el contexto de producción de Hafreiat. “Las pocas veces que intervenimos, acabamos liándolo un poco todo”, recuerda entre risas.
“Una película española toda en árabe”
Rodada en 2018, Sardà cuenta que la financiación no ha sido fácil. El idioma que se habla en la película fue un primer hándicap. “Una película española toda en árabe”, remarca. Hafreiat cuenta con el apoyo económico de Al Jazeera Documentary, en coproducción con la española 15L Films, en lo que es sin duda una alianza peculiar. “Yo soy el primer sorprendido”, dice Sardà, quien cree, por otra parte, que la película aborda inquietudes mostradas en cortos previos como Gang (2020) y Fuga (2021), desde la cuestión de las masculinidades a las relaciones paternofiliales.
Una película de estratos y realidades conflictivas

El pasado en la cárcel y el recuerdo de una infancia llena de maltrato, los problemas económicos del presente en un país donde la vida es “especialmente cara” o la perspectiva de un futuro distinto que se vislumbra con el nacimiento de un nuevo miembro de su familia conforman el arco de una película que Sardà ha orquestado siempre desde el respeto de alguien que sabe que es un extranjero en la cultura que busca retratar.
“Lo más bonito que nos ha pasado es la recepción por parte del público jordano y árabe. Hay muchas películas hechas desde Occidente con una mirada ONG y conocíamos ese peligro, pero creo que Hafreiat la sienten muy suya”, comenta con entusiasmo, recordando el estreno mundial de la película en el Festival de Sheffield. “Además, creo que abre muchos temas sobre la sociedad de Oriente Medio, desde la reinserción de una persona con antecedentes a la cuestión de la identidad palestina en Jordania”, añade.
“Para él fue más importante el acto de hacer Hafreiat que la película en sí”
Del mismo modo, la película no esquiva asuntos complejos derivados de las dinámicas poscoloniales entre los países occidentales y los que están en vías de desarrollo. Llama la atención la reivindicación salarial de Dya y sus compañeros: “Siempre se quedan cosas fuera cuando haces una película, pero creo que también se intuye en el filme las condiciones precarias con las que trabajan los propios arqueólogos. Van con lo justo y eso contribuye a la cadena de precarización que vemos, que claramente es un problema”.
Pese a todos los problemas y al hiato de los años pandémicos, la vida ha encontrado su camino. Abu Dya y su familia ya no viven en el pueblo y se han mudado a la ciudad, pero no ha habido cambios en la estructura familiar, “más allá de que los niños han crecido mucho”, como enfatiza Sardà. “Es curioso”, reflexiona por último el cineasta, “porque la película no le interesa a Abu Dya demasiado, al menos no tanto como poder mantener la relación que se creó entre nosotros”. Y concluye con una idea que ilustra la personalidad de su retratado: “Creo que para él fue más importante el acto de hacer Hafreiat que la película en sí”.
Fotogramas: Stills de Hafreiat – Begin Again Films
