Un documental que consigue superar sus limitaciones para, sin perder de vista el objetivo divulgativo, conseguir mostrar a los pacientes de ELA sin paternalismos ni moralejas
Unzué. El último equipo de Juancar: El penalti más largo del mundo

Unzué. El último equipo de Juancar sigue al exfutbolista y entrenador Juan Carlos Unzué durante los meses de preparación de un partido benéfico entre el Barcelona y el Manchester City para financiar la asociación para pacientes de Esclerosis lateral amiotrófica (ELA) con la que colabora. Durante los mismos la película documenta su evolución y presenta otros casos de enfermos en peores condiciones, económicas, sociales o familiares, que el propio exdeportista.
Dirigido por los reporteros de TV3 Jesús Muñoz, Santi Padró y Xavi Torres, el documental consigue trascender su función de testimonio para proponer un discurso en torno a la enfermedad y lo que significa, tanto para el propio protagonista y su condición de antiguo deportista profesional como para las personas más variadas. Como producto divulgativo es más que correcto, y se separa del esperable acabado televisivo que han tenido otros documentales sobre el antiguo jugador del Barça.
El miedo del portero al penalti

Esto no impide alguna imagen un poco obvia, como la pérdida de autonomía de Juan Carlos simbolizada en su incapacidad de ponerse por sí solo sus antiguos guantes. Mucho más efectivo, por tremendo y por el buen humor que el protagonista intenta aparentar, es el momento en que verbaliza que acabamos de asistir a la última vez en su vida que sube en bicicleta. El rodaje le da la cotidianidad que lo hace aún más impresionante cuando se comprende.
Por otra parte, en el momento en que el espectador de Unzué. El último equipo de Juancar empieza a pensar que el impresionante casoplón de su familia y todos los elementos que hacen más sencilla la vida diaria del portero deben ser carísimos, la película se traslada a casa de un enfermo de ELA sin recursos y explica el propósito último de las asociaciones con las que Unzué colabora: financiar la extrema dependencia de dichas personas.
A partir de ahí el metraje ya va rodado: no se trata tanto de asistir al drama familiar del protagonista, que está presente pero nunca es invasivo y es mostrado con extrema sensibilidad, sino de que él mismo nos haga de cicerone por la situación de otra docena larga de personas, en situaciones muy diversas, a través de las cuáles aprendemos sobre la vida de los pacientes de esta enfermedad.
La superficie y la causa

Unzué. El último equipo de Juancar sabe perfectamente que camina en la delgada línea que separa la concienciación del simple morbo, así que se cuida mucho de mostrar a sus protagonistas como personas complejas, con aficiones y gustos que mantienen a pesar de la ELA. Necesitan ayuda para vivir lo que entendemos por una vida normal, e impresiona la determinación tanto de ellos como de sus familiares, pero no son seres dignos de lástima, sino que se dirigen al espectador en calidad de iguales.
Por el camino el futbolero contempla todo un desfile de antiguas y presentes estrellas, la inmensa mayoría culés, con anécdotas sobre el Dream Team de Cruyff o la artificiosa cotidianidad del City, el club del jeque. Pero también con una especie de regreso a los orígenes del portero, visitando su pueblo en Navarra, donde es ídolo indiscutible, expresando su respeto por el deporte de base.
Pitando el final, resumiremos en que el documental de TV3 consigue superar las limitaciones de su propia naturaleza, al igual que Juan Carlos Unzué y sus compañeros se enfrentan a la enfermedad. Unzué. El último equipo de Juancar nunca pierde la cara a su afán divulgador, pero sabe que para llevarlo a cabo necesita de la emoción. Si bien no la de un partido de fútbol, al menos la de un grupo de personas que se une para compensar entre sí sus limitaciones y alcanzar sus objetivos. Es decir, un equipo.
Imágenes: Unzué, el último equipo de Juancar – A Contracorriente Films
