La serie documental de Prime Video tiene la gracia de la retranca de sus expertos desmitificando casos, pero no aporta nada nuevo ni profundiza en los que presenta
Una historia de crímenes: ¿Está la Policía? Que se ponga

Una historia de crímenes repasa en seis episodios algunos de los casos policiales más mediáticos de la historia reciente de España, además de varios históricos. Tres expertos que han trabajado en varios de estos sucesos sirven de hilo conductor al análisis de los mismos, a veces como simple recapitulación: los periodistas especializados Patricia Abet y Manuel Marlasca y el medico forense Miguel Lorente. Casos como el del parricida José Bretón, el atracador de bancos conocido como El Solitario, el «brujo de Moquinal» o la desaparición de Diana Quer pasan por la serie.
Esta docuserie true crime, el género más irritante y más barato de cuantos pueblan la Edad de Oro™ del audiovisual español, tiene dos novedades importantes. Una, la coproduce la FORTA. Sí, ya saben, la Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos. La alianza de televisiones autónomicas, dónde están lo mismo TV3 que CMM TV (Castilla-La Mancha Media). Esta gente hasta mitad de los 90 compitió por los derechos del fútbol. Coproducen pero, por supuesto, estrena, promociona y capitaliza el tema Prime Video.
La otra, que no está dedicada a un solo caso, como es lo habitual, sino a varios, mínimos dos por episodios, a veces hasta cuatro o cinco. La división temática no es muy allá, hay uno para casos en los que las víctimas eran menores, otra para los que «provocaron» la creación de la Prisión Permanente Revisible, otro para asesinatos con tintes «ocultistas»… Es una selección más basada en el impacto mediático de los crímenes que en su representatividad, y se nota. Aún así de lo que acaba hablando Una historia de crímenes, y es posible que esta vez sí que sea buscado, no como en otros, es de la relación de la prensa con los dichos sucesos luctuosos.
Una historia de crímenes… y de criminales idiotas

Parte de la gracia es que, según los tres expertos, la mayoría de los culpables de esos casos que traumatizaron a España son unos chapuzas. En diferentes capítulos insisten: Zutano es un tipo muy inteligente, pero ser inteligente no te convierte en un buen asesino ni te hace conocer los procedimientos de la Policía. Tal coartada era absurda. El invento de Mengana para fingir que su víctima seguía viva era ridículo y precisamente ese truco barato provocó su detención.
De hecho, muchos confiesan en circunstancias bastante estúpidas. La Policía se marca el farol de que tiene pruebas inexistentes y ellos lo largan todo, a pesar de que no encajan con la mecánica del crimen… que ellos mismos han cometido y conocen mejor que nadie, así que hasta corrigen a sus interrogadores. Es el inquietante caso de la parricida de Noia, que tuvo la capacidad de mantener durante dos años la ficción de que su hijo seguía vivo para su ex marido, que vivía en la otra punta de España, y al mismo tiempo fue capturada y confesó en menos de 72 horas desde que la Policía halló el cuerpo.
En general se agradece que, salvo en uno de los capítulos, tienen la decencia de no querer saber más que la Policía y no pedir «justicia» para nadie. Se nota que los tres expertos son perros viejos, y si de algo habla Una historia de crímenes es de su capacidad para vender el producto. Con sus roles muy asumidos: Lorente es el científico progresista, Abet la profesional aséptica aunque empática con las víctimas y Marlasca el veterano de vuelta de todo, que nos regala perlas como que decir que te poseyó el demonio «tiene buena prensa judicial», viniendo a insinuar que todo el episodio «ocultista» se compone de casos con abogados jetas buscando algún tipo de atenuante para sus defendidos.
La ley de la tele

Por supuesto, Una historia de crímenes no está libre de pecado y el tonillo general roza el amarilleo. Para muestra, el momento en que un guardia civil asegura, con voz ahogada, que de cierto crimen especialmente sórdido (un padre que descuartizó a sus hijas) es mejor no dar detalles y lo siguiente es Marlasca narrándolo con exactitud. Tampoco son muy originales en la selección, y, si tienen que hablar de crímenes históricos, se van a la vampira del Raval. Es algo que los vuelve previsibles: en los casos que no han trabajado los protagonistas, hacen poco más que un resumen y no aportan nada.
En general, la serie desprende el tufillo conservador habitual del formato true crime, por mucho que Lorente y algún otro interviniente se empeñen en revisarlo. El episodios dedicado a la Prisión Permanente Revisable, con un par de ramalazos de «todos los políticos son iguales», seguidos de intervenciones dolidas del padre de Diana Quer, es el ejemplo más evidente, pero está en toda la narración, en general, dando por sentado que, aunque se los desmitifique como sofisticados psicópatas de película de media tarde, los asesinos son intrínsecamente «malvados», casi animales.
Cerrando el caso, Una historia de crímenes gustará a los aficionados al true crime pero es posible que les deje cierta sensación de anticlimax. Al contrario que su presunta inspiración, la Crims de Carles Porta para TV3 que también se puede ver en Movistar Plus+, esta serie no profundiza demasiado en cada uno de los casos que presenta. Tiene, eso sí, el interés de la retranca de sus tres «conductores», los cuales, cada uno con su personalidad, tienden a ser muy críticos con su propia labor y la de otros expertos durante las investigaciones de muchos casos, en lugar de ponerse medallitas a toro pasado, que sería lo facilón.
Imágenes: Una historia de crímenes – Prime Video
