Se estrena en el Serielizados Fest tras ser premiada en el MIPCOM de Cannes la serie creada por Aina Clotet y protagonizada por ella misma y Marcel Borràs sobre un grupo de padres primerizos en el barrio barcelonés de Vallvidriera
‘Esto no es Suecia’ se ríe de las ansiedades de la izquierda pija y advierte que no es oro toda la crianza que reluce

Esto no es Suecia sigue las andanzas de Mariana y Samuel, un joven matrimonio con dos niños pequeños (una que empieza la escolarización y un bebé) que se acaban de mudar al barrio de Vallvidriera de Barcelona y andan obsesionados con la crianza, hasta el punto de organizar reuniones de padres con psicólogas especializadas con la que comentar sus dudas. Su ídola y modelo a seguir es Annika, la vecina sueca del barrio, que tiene con dos niños mayores que los suyos a los que transporta en bicicleta y a los que parece estar dando el tipo de educación a la que ellos aspiran.
La serie de Aina Clotet, Daniel González y Valentina Viso es una rara avis en el panorama español actual y al mismo tiempo una ventana abierta a algo mejor. Aparte de ser una coproducción de RTVE con televisiones autonómicas, algo más habitual de lo que parece y que no tiene por qué garantizar un mínimo de calidad, la verdad, participan en ella televisiones de Suecia (SVT), Alemania (NDR) y Finlandia (YLE).
Esto no es Suecia se presentó en el pasado Iberseries&Platino Industria de Madrid, se ha estrenado en el Serielizados Fest, también edición madrileña, y ha sido premiada en el MIPCOM de Cannes, antes de su pase a TV3 (en abierto y semanal) y RTVE Play (en streaming y en bloque). Tiene una versión en la que los personajes son bilingües y otra en la que solo hablan castellano (aparte de lo que toque en inglés, francés o sueco, eso se subtitula), y recomiendo la primera, aunque los propios protagonistas se doblen a sí mismos, porque si Leonor de Borbón puede con la diversidad lingüística de las Españas, usted y yo también, amigo lector.
La gauche divine ahora es pijoprogre

Aina Clotet y su pareja, Marcel Borràs, están criando a sus hijos en el barrio que aquí parodian con tanto humor negro y admiten haber hecho muchas de las cosas que se ven en la serie, así que estamos ante una autoparodia con muchísimo sentido del humor. Samuel y, sobre todo, Mariana son dos tópicos con patas hasta extremos ridículos —atentos al trabajo de ella y su venta de alfombras artesanales realizadas por mujeres en exclusión de países del Sur— pero más o menos creíbles en su parte más humana, que tarda en aparecer. Su entorno, más o menos, está a juego.
Solo hemos podido ver, de momento, un episodio de los ocho que componen Esto no es Suecia, señalado por sus responsables como un prólogo previo al tono definitivo de la serie, así que este análisis queda matizado por ese dato. Es cierto que el primer capítulo finaliza con un giro tan potente y directo que, por fuerza, oscurece una historia que en principio podía quedarse en reírse de cuatro tópicos de la izquierdita-champán barcelonesa (extrapolable a otros lugares, créanme). Pero la parodia base parece quedar establecida en el arranque, que deja a los personajes como empatizables y humanos, pero perfectamente abofeteables.
La coproducción permite que Esto no es Suecia se descuelgue con una narrativa menos encorsetada que la de la serie española media, más cercana a, claro, lo que se estila en el norte de Europa, con iluminación y puesta en escenas naturalistas —la ambientación lo demanda, además— y un cámara en mano nervioso y tendente al zoom acompañando. Ayuda el reparto de secundarios, muy bien elegido y repletos de rostros conocidos del audiovisual catalán, desde Nora Navas hasta Nausicaa Bonnín —que casi parece que va de figurante con frase de no ser por lo que se pasa haciendo su personaje todo el tiempo que está de fondo—.
Tendrán mejor calidad de vida, pero les da menos el sol

Lo que marca más que nada como pijoprogres a los protagonistas es que renuncian a cualquier tipo transformación colectiva o enfoque político, al menos en lo visto en el primer episodio. Envidian que la sueca seguramente haya tenido una baja por maternidad estupenda y una paga por estudiar —tampoco saben seguro si eso es así—, pero lo ven imposible en España, sin plantearse proponerlo ellos o votar a algún partido que lo lleve en su programa, si lo hubiere. Prefieren organizar reuniones de sentarse en el suelo con una psicóloga carísima que son más terapia para sus eguitos que algo sobre crianza, y en las que encima Mariana intenta vender sus alfombras.
De hecho, hay que esperar a ver qué pasa, porque la serie corre el riesgo grave de convertirse en el famoso chiste de “allí arriba tendrán más derechos, pero se deprimen más porque no les da el sol”. Aunque es poco probable que Esto no es Suecia, con su vitriolo reconcentrado, no caiga en algo tan facilón —sobre todo ya que coproducen dos teles vikingas—. Es más, en nuestro tradicional reproche de que la ficción española es reaccionaria porque cuando refleja los mundos de la Educación y la Sanidad no es realista y evita reflejar lo público, hay que agradecer que esta es verosimil por la misma razón pero a la inversa.
Como toca la campana, aunque sea la de la escuela de padres, iremos cerrando diciendo que Esto no es Suecia se presenta como una de las series más interesantes producidas en nuestro país en tiempos recientes, con su propia personalidad y tratando un tema habitual desde un enfoque novedoso pero pegado a las preocupaciones de una parte de la sociedad (por pequeña o poco representativa que la misma nos pueda parecer). Un formato que es necesario ver que prolifere y que hay que celebrar que produzcan las televisiones públicas.