El periodista Javier Tolentino repasa la filmografía del cineasta salmantino en un nuevo libro, que también vuelve al decisivo papel del director en las famosas Conversaciones de Salamanca
Basilio Martín Patino, un francotirador de la memoria

Queridísimos verdugos (1977), Canciones para después de una guerra (1976) o Libre te quiero (2012) son algunas de las películas que el periodista Javier Tolentino disecciona en su nuevo libro, Basilio Martín Patino (2023), editado por Cátedra como parte de su colección Signo e Imagen. El que fuera una de las voces más míticas de la radio pública, tras más de veinte años presentando el programa El Séptimo Vicio en Radio 3, aborda desde una mirada más analítica y exhaustiva el cine del director de Nueves cartas a Berta (1966).
“No quería hablar sólo desde el rigor” asegura Tolentino que realiza una revisión de toda la filmografía de Basilio Martín Patino desde la emoción y admiración que profesa por el director salmantino. Aunque durante su infancia Javier Tolentino había coincidido con el director en algunos talleres de fotografía en Salamanca, recuerda que fue en la universidad cuando el periodista conoció y se enamoró de su cine: “Me vengo a estudiar a Madrid y empiezo viendo Canciones para después la guerra. Ahí lo descubrí y empecé a repasar todo. Vi sus cortos y películas. Para mí fue un antes y un después”.
“Me parece que el cine de Basilio es el más descarado y el más outsider del cine español”, asegura Tolentino del que probablemente fuese uno de los cineastas más libres pero a la vez más censurados de su generación. El libro se detiene en algunos de los proyectos de Martín Patino que más problemas tuvieron con la dictadura. Cómo olvidar Queridísimos verdugos (1973) que fue rodada clandestinamente y no pudo ser exhibida en nuestro país hasta 1978; o Rinconete y Cortadillo (1967), proyecto encargado por Televisión Española y que fue cancelado por el ministro Manuel Fraga tras conocer que en el rodaje participaba el profesor Agustín García Calvo, al que la dictadura había retirado la cátedra.

La publicación de Javier Tolentino deja constancia de la pasión del director por el montaje y lo define como un manipulador, un francotirador en los márgenes que disfrutaba jugando y probando con diferentes formatos o herramientas. El libro no solo se detiene en su filmografía, sino que también se sumerge en el resto de obras, exposiciones y talleres realizados por Patino. Lugares donde el director salmantino encontró una libertad creativa para poder llevar a cabo su independencia cinematográfica.
En sus últimas páginas, el periodista dedica una coda al papel que jugó Basilio Martín Patino en la organización de uno de los eventos más señalados de la historia de nuestro cine: las Conversaciones Cinematográficas de Salamanca de 1955.
El joven de Lumbrales que quiere conversar
En un programa de TVE, el también director Mario Camus le preguntaba fascinado a Basilio Martín Patino: “Cómo es posible que un provinciano que nace en Lumbrales, que hace por su cuenta el bachiller, que se mete en la facultad de filosofía y letras… Y de pronto, organizas unas conversaciones cinematográficas nacionales, que son santo de alicientes (a mi manera de ver las cosas), donde englobas a todos los señores que han estado en Madrid, sin haber ido a Madrid, a Bardem, a Berlanga, a Baena, a Jauregui… A todo cristo. Les metes en un follón, los llevas a Salamanca y de repente, hacéis todo el planteamiento y toda la infraestructura del cine que se va a hacer en España en los 40 años siguientes… ¿Cómo coño te metiste en eso?”. Ante lo que Patino respondía un escueto: “Todo surgió de una forma muy fluida. Muy normal”.
Antes de ser director y de estudiar en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), Basilio Martín Patino era un joven de Lumbrales que, a pesar de tener clara su vocación por el cine, decide estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca. Allí monta el Cineclub del SEU de Salamanca (1953-1955). “Es el cineclub donde empieza a revisar todo el cine que no se ve en las salas de cine. Ese otro cine culto y de arte y ensayo. Va mucha gente de la ciudad, incluso falangistas y políticos. Basilio se convierte en una autoridad en la ciudad”, señala Javier Tolentino.

Su contacto con otros cineclubes da lugar a que Patino perciba que existe un ambiente general de cambio y comienza a germinar en él la idea de unas posibles conversaciones. “Hay que tener en cuenta que en ese momento existía una efervescencia cultural antifranquista muy fuerte y una gran parte de la clase intelectual está casi deseando estas conversaciones” señala el profesor de la Universidad Carlos III y programador del festival Filmadrid, Gabriel Doménech: “Unos intelectuales que querían hacer un cine que no tuviese que ver con lo que se había venido permitiendo durante las últimas dos becas”.
Las nuevas corrientes de cine en Europa también jugaron un papel fundamental a la hora de convocar estas conversaciones. “Ha visto mucho neorrealismo y también ha tenido contacto con autores de las llamadas nuevas olas, tanto en Italia, Francia, como en Inglaterra o Checoslovaquia. El realismo crítico y la superación de las convenciones que traían estas nuevas olas van a marcar la carrera de Patino” señala Doménech. La inquietud del director salmantino por huir del cine patriótico que predominaba en España en aquellos años y el ambiente de cambio, dan lugar a que Patino se decida a montar unas conversaciones para dialogar sobre el futuro de nuestro cine.
Contra “el cine de muñecas pintadas”
La idea de las conversaciones ya había germinado en Basilio Martín Patino, pero si quería contar con los grandes nombres del cine de aquella época necesitaba ayuda. El director salmantino decide ir a la redacción de la revista Objetivo en Madrid para hablar con el productor Ricardo Muñoz Suay, el cual dirigía la productora UNINCI y había trabajado con directores como Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem. Muñoz Suay toma las riendas de la organización y publica un llamamiento: “El problema del cine español es que no es ese testigo que nuestro tiempo exige a toda creación humana […] Es un cine de muñecas pintadas”. Y concluía la convocatoria con un fulminante: “El cine español está muerto ¡Viva el cine español!”.

En mayo de 1955, en la Universidad de Salamanca, tienen lugar las primeras Conversaciones Cinematográficas Nacionales. En estas jornadas participan cineastas y figuras de todo el espectro ideológico, cineastas ligados al PCE como Juan Antonio Bardem o Ricardo Muñoz Suay, hasta figuras más afines al régimen como José María García Escudero o José Luis Sainz de Heredia. Entre los asistentes también se encontraban Luis García Berlanga, Fernando Fernán Gómez, Carlos Saura, Eduardo Ducay, Fernando Rey, Manuel Summer y cómo no, el propio Basilio Martín Patino.
En este congreso se proyectaron diferentes películas como Ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio De Sica, o Bienvenido, Míster Marshall (1953), de Berlanga. Incluso tuvo lugar el estreno de Muerte de un ciclista (1955), de Bardem. Las Conversaciones fueron un espacio donde debatir sobre el futuro y la calidad de nuestro cine. A modo de conclusión, Juan Antonio Bardem definió de un modo muy duro —y muy citado desde entonces— la realidad de la industria en ese momento: “El cine español es: Políticamente ineficaz. Socialmente falso. Intelectualmente ínfimo. Estéticamente nulo. Industrialmente raquítico”.
La repercusión de las Conversaciones de Salamanca y el Nuevo Cine Español
Tras reunir a numerosas figuras de nuestro cine, cabe preguntarse cuál fue la repercusión real de este gran encuentro. A corto plazo, la repercusión fue más bien nula. Ricardo Muñoz Suay defendía que las Conversaciones de Cine de Salamanca habían sido más un hito político como pulso al régimen, que un hito artístico o cinematográfico. “Yo entiendo la posición de Ricardo Muñoz Suay, depende de hasta dónde se sitúa la política y dónde se sitúa el cine […] El cine a grandes rasgos siguió siendo mayoritariamente un cine comercial”, defiende Gabriel Doménech.

En 2002, el director Chema de la Peña, junto a Gabriel Velázquez, decidió recoger la historia de toda una generación de cineastas, muchos de ellos presentes en estas conversaciones, y que se formaron juntos en el IIEC, en un documental titulado De Salamanca a ninguna parte (2002). “Conocimos a Basilio, a nuestro padre espiritual allí en Salamanca. Al principio íbamos a hacer un documental sobre él, pero luego decidimos hablar de esta generación de directores que tenían tanto que contar”, apunta Chema de la Peña, y los señala como los herederos directos de las Conversaciones: “Los que recogieron el espíritu fueron los más jóvenes, aquellos que formaron luego el llamado Nuevo Cine Español, Patino, Borau, Summers, Saura, Camus, Picazo, etc.”.
Un nuevo movimiento cinematográfico con un espíritu crítico, que trabajó un cine más social. “Desde la dictadura existió una falsa promoción del cine de estos directores como una excusa aperturista. Era un arma de doble filo”, señala Chema de la Peña que coincide con Gabriel Doménech: “La tragedia del Nuevo Cine Español es como fue utilizado de manera absolutamente cínica por los propios franquistas. Un cine que triunfaba en los festivales extranjeros pero luego no se permitía en España, donde se seguía viendo el cine de directores como Sáenz de Heredia”.
A pesar de las presiones del régimen y de sus diversas y desiguales carreras profesionales, estos cineastas marcarían la historia de nuestro cine y a las generaciones de cineastas futuras (cómo olvidar la imagen de Carla Simón entregando la Biznaga de Honor del Festival de Málaga a Carlos Saura). Muchos de ellos contagiados por el espíritu de estas conversaciones ideadas por Basilio Martín Patino. Un director con un alma y un pensamiento rompedor, que ya se vislumbraba antes de sus inicios tras las cámaras; y que ahora Javier Tolentino recoge y refleja en Basilio Martín Patino (2023). Una oportunidad para redescubrir al director y su obra.
Imagen de portada: Fernando Fernán Gómez, Luis García Berlanga, Basilio Martín Patino y Manuel Bermejo en las Conversaciones de Salamanca de 1955 | Foto “Los Ángeles”. Archivo: Basilio Martín Patino. Filmoteca de Castilla y León.
