Miguel Ángel Vivas monta un auténtico parque de atracciones de la tensión en espacios cerrados, solo lastrado por el complejo ‘white savior’
Asedio: Disturbios desde el escalón

Asedio tiene como protagonista a Dani (Natalia de Molina), una antidisturbios que se tiene que enfrentar a un complicado desalojo de un bloque de pisos habitado por personas migrantes. Cuando está en medio de la operación, Dani encuentra por casualidad un dinero escondido y descubre así que existe una trama corrupta entre sus compañeros. Acorralada, la antidisturbios tendrá que apoyarse en las personas del edificio para poder encontrar una salida.
Estirar las posibilidades del thriller comercial en España se ha vuelto muy difícil. Hay un alto nivel técnico por todos lados y, sobre todo, casi 15 años de propuestas de todo tipo y variaciones sobre el modelo cinematográfico que canonizó Celda 211 (Daniel Monzón, 2009) en el cine español contemporáneo. Mucho automatismo. Después de verla, se puede decir que Asedio lo ha conseguido: la película tiene esa mezcla de ambición y saber hacer que da con el punto extra que necesitaba el género.
Miguel Ángel Vivas (Tu hijo) ha montado un auténtico parque de atracciones de la tensión, un festival de recursos y ejercicios de estilo que demuestran su talento para la coreografía de movimientos de cámara y la claridad de ideas cuando todo es caos. Quizá convence menos la forma en la que este gran despliegue de cine directo se empasta con un guión que, aunque se agradece su voluntad de trascender los límites del thriller de derribo, tiende demasiado a la autojustificación.
El cine de disturbios y la misión en un pasillo

El despliegue de preparación, producción y dirección de Asedio es apabullante. Además de toda la fuerza de las «minipelículas» en forma de planos secuencia que habitan en ella, lo que más llama la atención es su manejo del espacio cerrado donde transcurre este operativo de falsos revestimientos. Es en el dominio de los pasillos, pisos, escaleras y huecos oscuros donde la propuesta de Vivas, el director de fotografía Rafael Reparaz y todo su equipo encuentra su «rellano sin salida», su alma claustrofóbica.
Al ver Asedio es imposible no pensar en los recursos de tensión y dinámicas de «combate» de la serie Antidisturbios (Rodrigo Sorogoyen, 2020) o del cine de disturbios de Romain Gavras (Atenea y, sobre todo, el videoclip de Born Free de M.I.A.). De hecho, es quizá su principal losa a la hora de sorprender al público. Pero, en realidad, la película consigue sortear la simple repetición de la cinematografía de la representación de la violencia policial para reformular otros referentes.
De hecho, en la dinámica se percibe algo más cercano al lenguaje del videojuego de género que del policíaco. El camino del personaje de Dani, una Natalia de Molina al límite que aguanta todos los primeros planos, funciona casi por pantallas y niveles, según su personaje tiene solo una salida. Lo que tiene por delante en el bloque de edificios parece más un conjunto de misiones de Resident Evil o de la candente The last of us que de la saga [•REC], que podría entenderse como el epítome de nuestro cine desde el escalón.
El complejo de white savior en Asedio

Su excelente dispositivo formal, que está a un nivel de esos que hacen historia, quizá no termina de coger todo el vuelo que podría por su historia. El guión tiene una tarea muy difícil con la verosimilitud de lo que ocurre, pero se lo pone aún más complicado cuando introduce a los grandes olvidados como sujetos activos y no pasivos de esta trama de «guerra interna».
En el fondo de Asedio laten las personas migrantes, que son las que sufren el racismo institucional e intentan sobrevivir ante los manejos de un poder deshumanizador que, como mucho, los usa como mercancía. Para darles una entidad a estos personajes, la película acierta al ofrecer distintos perfiles sobre cómo acercarse al personaje de Dani. Incluso hay algún momento de pausa en el que se relativizan con inteligencia las contradicciones de la mirada blanca o europea sobre la realidad de estas personas.
Pero se acaba imponiendo un cierto complejo de white savior. La decisión de la película es que ellos realmente no sean los protagonistas de la historia, porque no dejan de ser pinceladas siempre en relación a lo que está ocurriendo con el personaje principal, el de Natalia de Molina. Ese punto de vista extremado se decide compensar introduciendo los arcos dramáticos de unos personajes de una forma abrupta tanto en la introducción de la película como en ciertas decisiones del último tercio del filme.
Asedio es un thriller comercial de muchísimo nivel, el tipo de sacudida que necesitaba el género en España para dejar de dormirse en los cómodos laureles que ofrece el el género en las plataformas. Incluso con momentos hechos para que sean icónicos. Lo que la separa del cielo es el hecho de no haberse atenido en todo a un planteamiento reducidísimo en el tiempo y en el espacio, metiendo con calzador un subtexto y justificación que no necesitaba más que la violencia y la suciedad para explicarnos los fondos terribles del monopolio de la violencia.
Imágenes: Asedio – Sony Pictures España
