El reportaje de Jordi Évole y Màrius Sánchez habla más de cómo quiere ser visto el Papa Francisco que de cómo es, y deja claro que cualquier intento de definir a «los jóvenes», así, como un todo, es siempre una falacia que no atiende a diferencias sociales o, directamente, de clase social
Cita con «The Big Boss»: cinco conclusiones sobre ‘Amén. Francisco responde’

Amén. Francisco responde comienza con un montaje paralelo de la reunión de la docena de jóvenes con los que se va a sentar, por un lado, y el propio Bergoglio desayunando en solitario en el Vaticano, por otro. Que los chavales son muy chavales, excepto un par, se nota en que bromean entre ellos sobre si los dejarán hacerse selfies con el Santo Padre (que este plumilla desea fervientemente que hayan subido a redes con el hashtag #WhosYourPapa) y uno de ellos señala que no hay nada más arriba de esto: «Es hablar con the big boss».
Amén. Francisco responde resulta el clásico reality con más guión y casting que toda la ficción que se estrene este mes, muy al estilo de Lo de Évole pero un par de niveles por encima en producción y complejidad, en el que se narra un documento periodístico con estructura de drama o thriller. Es también el nuevo tipo de producto español pensado para una audiencia internacional, o al menos panhispánica.
Es un producto distribuido por Disney+ —aunque en su canal Star— donde se habla —ojo, no se debate, solo se expone— de abusos sexuales, identidades no binarias, Only Fans y corrupción. Es un documental, en fin, cuya relevancia depende de que se considere al propio Francisco como relevante como líder de la Iglesia Católica o referente espiritual (y político) en general.
El Papa no tiene sueldo y no lleva su Twitter

Los primeros minutos de Amén. Francisco responde son los de las preguntas de lo que en tenis se denomina el peloteo de saque, y las hace uno de los chicos españoles con más pinta de pasota, el que dice lo de «the big boss», un chaval que se define como ateo. Rápidamente será obviado por la conversación, pero sirve para que Francisco explique que como le dan casa y comida, vive con poco, sin dinero propio. Y que si pide que le den más, es para obras benéficas.
Es curioso, según Francisco, que su nivel de vida sea «de empleado de grado medio-alto», porque para saber a qué se refiere exactamente sería necesario conocer dónde, en su cabeza, se sitúa ese baremo. Sabemos que tampoco tiene móvil, que el Twitter @pontifex lo llevan los secretarios (sorpresa) y que no sabía qué era Tinder hasta que se lo contaron aquí y probablemente después se le haya olvidado. En ese sentido muchas preguntas tienen mucho más que ver con lo que los participantes pensaban que podía escandalizar al Papa que con nada que este tuviese que decir.
El Papa está contra los «clubs de gente buena»

Es imposible juzgar desde aquí la veracidad de esta visión, pero Amén. Francisco responde tiene un discurso que firmaría cualquier cura social (o «rojo») de los 70: si la Iglesia no da testimonio (entendido como compromiso con el sufrimiento humano y contra las desigualdades), no es Iglesia. «Para ser fiel a su papel, la Iglesia debe ir a la periferia». Aunque no lo dice así, se deduce que esta exposición, aunque sea un poco un teatrillo —al menos para él, no así para sus contertulios— y estas personas jóvenes de identidades diversas son los márgenes de la religión oficial a los que siente que es su obligación acudir.
Recordemos que basta con ver Los dos Papas (2019), de Fernando Meirelles, para admirar la capacidad de supervivencia de Bergoglio, que le dio la comunión al mismísimo Videla y aún así se mantiene como referente progresista. Este hombre, de hecho, es el argentino que mejor regatea del mundo, por encima de Messi, y llega a afirmar que «feminista es un adjetivo, y a mí lo que me interesan son los sustantivos», o que los sacerdotes que condenan a las personas LGTBI son «infiltrados que aprovechan la estructura de la Iglesia para su estrechez personal. Viven para condenar a los demás porque no saben pedir perdón por sus propias faltas». Finísimo.
El Papa tiene más mili que el cabo de Finisterre

Porque, claro, habría que ser muy ingenuo para pensar que a Francisco se le puede preguntar cualquier cosa que no haya escuchado ya millones de veces. Parece más o menos evidente cuáles son los temas sobre los que quiere dejar clara su postura, progresista dentro de la Iglesia: condena y persecución de la pederastia, defensa de los inmigrantes y sus derechos, renovación de la Iglesia aburguesada… y condena del aborto. También está clarísimo cuáles, los juzgue o no, le dan un poco igual: feminismo, LGTBI y etc.
Como buen jesuita, dice más por cómo lo dice que por lo que dice. De manera que cuando una joven española, neocatecumenal y claramente la persona de mayor nivel económico de toda la reunión, incluidos los propios Francisco o Jordi Évole, viene a decir que todo eso de ser negro y gay está muy bien, pero lo importante es Cristo, él le responde que es muy joven y su fe aún ha de verse puesta a prueba. Es para levantarse y aplaudir, como siempre que uno observa a un profesional consumado realizar su trabajo de forma excelente. Incluso se despide, y cito textualmente, con un «aviso comercial»: «Este es un poco el camino de la Iglesia, todos hermanos, cada uno con su punto de vista, pero desde la fraternidad». Bravísimo.
En la era de la saturación, hay que vender eventos

Que, en general, el documental sea previsible, y sepamos que Francisco no se va a escandalizar por nada de lo que le echen pero tampoco va a decir que el aborto le mola mazo y que bienvenidas las mujeres curas, y si son LGTBI mejor, no quita que Disney+ y Producciones del Barrio lo hayan vendido como si fuese una novedad. La revolución, lo nunca visto. Algo que casi siempre en la era del streaming viene a querer decir que las generaciones más jóvenes, por cronología, no lo han visto antes, y que los más mayores conocen de otros formatos.
El Papa tampoco es tonto y sabe que esto llega más lejos que Twitter y además se diferencia en nada de lo que él domina perfectamente: la tele de toda la vida. Es probable que Francisco haya comprobado tras la grabación el estado del caso, en la Congregación para la Doctrina de la Fe, del profesor del Opus Dei que abusó de uno de los chicos, o a cuál orden pertenecía la exmonja que sufrió acoso psicológico (los dos únicos problemas de todos los planteados cuya solución está en su mano) pero, sobre todo, le interesa que quede clara su vigilancia. Amén. Francisco responde es propaganda, pero también un aviso a navegantes.
Jordi Évole se ha pasado el videojuego

Lo que a Newtral le está costando Dios y ayuda, Producciones de Barrio lo está consiguiendo a lo somarda, incluso adelantado por la derecha a su prima hermana El Terrat. La productora de Jordi Évole se descolgó en el año de la pandemia con el documental más visto en cine en años, Eso que tú me das (2020), y ahora con este episodio especial, reportaje o lo que sea ha metido cabeza en ese mercado panhispánico del streaming donde la gente que maneja la pasta en nuestro audiovisual tiene clarísimo que está la viabilidad económica del futuro. Bueno, futuro. Del presente.
Amén. Francisco responde es el producto perfecto, la cuadratura del círculo. Satisface al cliente, Disney+, y a otros potenciales, porque es llamativo pero, de últimas, en su contenido, cero polémico, ya que cada uno se queda donde estaba al principio y nadie es condenado (por la narración y por el propio Bergoglio, entre sí está clarísimo quién no aguanta a quién). Satisface al público habitual de Évole porque se le pregunta al Papa por todos los temas presuntamente rompedores que considera imprescindibles —aunque solo el de la pederastia ponga al Pontífice en un aprieto real—. Y satisface a quien se identifique con la chica neocatecumenal, porque se explaya sobre sus cosas, juzga a sus acompañantes a la cara sin empacho y Francisco solo se lo reprende muy sutilmente.
Imágenes: Amén. Francisco responde – Disney+
