Paco Cabezas vuelve al cine español con este potente thriller andaluz.
La historia de Paco Cabezas es de película. De dependiente de videoclub a director de series americanas como Penny Dreadful. El imparable ascenso que ha marcado los últimos años de su carrera se entiende viendo sus trabajos pero también escuchando a la gente hablar maravillas sobre él. Adiós es su regreso a casa, una película que le resulta cercana —el sevillano es del barrio de Los Pajaritos, cercano a las Tres Mil Viviendas que funcionan como epicentro de la película— y para la que ha tenido que hacer una pausa en su carrera americana.
Adíos está ambientada en el mundo del narcotráfico de los barrios periféricos de Sevilla y en la lucha entre las familias que se reparten el pastel. Juan (Mario Casas) es un Santos, uno de las familias poderosas, pero decide que una vez cumpla su condena en la cárcel quiere dejar atrás el mundo del crimen e iniciar una nueva vida junto a su mujer, interpretada por Natalia de Molina, y su hija. Pero cuando un accidente se lleve por delante a su hija y la investigación de la policía no termine de resolver el caso, iniciará una espiral de venganza que le llevará de vuelta a su vida anterior.
Adiós y el thriller
Sobre estas bases Paco Cabezas ha creado un arrollador thriller de venganza con una fuerte personalidad andaluza. Gracias a la música y a la espontaneidad y realismo de diálogos y actuaciones Adiós se convierte en un thriller flamenco, con Rosalía como punta de lanza. Las partes de acción son vibrantes y dan buena cuenta de las capacidades del director para coreografiar la violencia al frente de grandes escenas, y la fotografía de Pau Esteve consigue trasportarnos a estas vidas que se mueven en la noche y la oscuridad.
El principal problema de Adiós es que este trepidante thriller de acción está enmarcado en una historia de redención bastante menos estimulante. El personaje de Mario Casas quiere escapar del destino que le ha sido asignado al nacer dentro de una familia enfrentada a otra. Algo que ya hemos visto muchas veces, lo cual no es malo en sí mismo, pero sí exige una mayor atención al detalle a la hora de construir situaciones y personajes para que estos no se conviertan en meros resortes para hacer avanzar la trama, algo que se va haciendo cada vez más evidente según pasan los minutos.
La potencialidad del reparto
Un texto más cuidado podría haber exprimido más el fantástico reparto de la película. Mario Casas y Natalia de Molina forman una pareja protagonista sólida y ponen su talento al servicio del dolor de sus personajes, pero como estos no encuentran una voz propia el impacto de sus interpretaciones acaba siendo limitado (por cierto, hace ya varios años que Mario Casas es un buen actor. No os hundáis con el barco que hay tiempo todavía).
El mismo oficio se percibe en los trabajos sólidos de Ruth Díaz y Carlos Bardem, mientras que al trío de Vicente Romero, Mauricio Morales y Mona Martínez le sienta bien sus personajes más macarras y oscuros. Mención especial para Martinez, auténtica robaescenas de la película.
Aunque esta marcada diferencia entre el guion y la puesta en escena perjudique al conjunto de la película y le impida alcanzar cotas más altas, Adiós funciona gracias a lo vibrante y arrollador de su propuesta formal y a la fuerza e ilusión que se nota que Cabezas ha conseguido trasmitir al resto del equipo. No es una película redonda pero sí un buen thriller con un profundo arraigo en el lugar en el que está ambientado. Una muestra de la calidad de nuestros cineastas para sacar adelante proyectos ambiciosos.
