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‘Érase una vez…’ un clásico resucitado que fue la única película animada por el creador de Zipi y Zape

La gran producción de animación española de los 40, que se estrenó en Venecia y fue olvidada, vuelve restaurada por Filmoteca de Catalunya y se exhibe en San Sebastián

'Érase una vez...' un clásico resucitado que fue la única película animada por el creador de Zipi y Zape 1

Fue el proyecto más ambicioso de la animación española y luego cayó en el olvido. Se tituló Érase una vez… porque tuvo la mala suerte de coincidir con La Cenicienta de Disney, que se adelantó con el título del mismo cuento de Charles Perrault que adaptaban ambas. Se estrenó en Venecia, donde recibió una mención. Es la única película que firmó Josep Escobar, el mítico dibujante de Bruguera y creador de Zipi y Zape, y produjeron el editor Josep Benet y los hermanos Baguñá. Pero la precariedad de su conservación y el poco éxito de público la mandaron a un cajón. Hasta ahora.

Érase una vez… (1950), dirigida por Josep Escobar y Alexandre Cirici i Pellicer, resultaba para su momento una gran superproducción, con más de tres años de trabajo y un centenar de empleados. La Sección Klasikoak del Festival de San Sebastián proyectó este sábado 17 de septiembre la versión restaurada, recuperando el color cuando ya no quedaban copias y un sonido lo más fiel posible al original. Un trabajo que ha llevado más de siete años a sus responsables.

Rosana Cardona, conservadora de la Filmoteca de Catalunya, confirma que han sido muchos años «y la participación de mucha gente, incluyendo instituciones o coleccionistas como Emilio de la Rosa o Joan Gabriel Terrats». Este último, historiador y especialista en cine de animación, poseía una colección muy numerosa de fotogramas que han sido el punto de partida de la restauración, porque estaban en 35mm y a color, es decir, eran la película original.

Una restauración a base de paciencia

Érase una vez

El gran desafío técnico de Érase una vez… estaba en la pobreza de los materiales que han sobrevivido. Cardona explica a Cine con Ñ que el cinefotocolor, la «versión española del technicolor» y que se realizaba en Barcelona en los estudios Cinefoto de los hermanos Aragonés, «era un proceso muy complejo para obtener copias, lo que provocó que se distribuyesen pocas, apenas ocho en toda España, y en soporte nitrato, que fue prohibido poco después. Al cabo de 10 años no quedaba ni una sola copia de la cinta original, solo materiales para escuelas 16mm y blanco negro, la mayoría copias muy lesionadas».

Entre los impulsores de este largo proceso se encuentra el restaurador Luciano Berriatua, además de Isabel Benavides y Enric Giné, que se ocupó de la recuperación del sonido. Félix Tusell, nieto del productor y actual director de Estela Films, también impulsó la restauración del filme, un clásico perdido. Cardona valora igualmente que los avances de la tecnología digital han permitido que la restauración de sonido y color sean tan meticulosas.

El trabajo de recuperación se ejecutó, por un lado, en el Centro de Conservación y Restauración de la Filmoteca de Catalunya, donde se realizó el estudio y preparación de materiales, su escaneado, la restauración de la imagen y así como la corrección del color y la codificación final de los materiales de difusión. En paralelo, Giné se encargó del sonido, «consiguiendo que la música y las voces recuperen la tonalidad característica de aquellos años».

Por último, y gracias a las investigaciones de Luciano Berriatua e Isabel Benavides, fue posible localizar más materiales con color en otras
instituciones y coleccionistas privados. Para la propia filmoteca catalana, «lo más relevante ha sido su capacidad de idear una forma respetuosa de reintroducir el color digitalmente, a partir de las técnicas de animación de entonces, consiguiendo acercarnos a la película original más de 70 años después de la su creación».

Érase una vez…, el sueño de la industria que no pudo ser

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Érase una vez… fue un empeño personal de Josep Baguñá, productor y fundador de los Estudios Chamartín. Contrató a Josep Escobar, que entonces comenzaba a ser conocido por sus personajes Carpanta o Zipi y Zape, como director artístico, ya que habían trabajado juntos en los estudios Hispano Grahe Films durante la Guerra Civil, en el bando republicano, lo que había llevado a ambos a pisar la cárcel.

El presupuesto estuvo a punto de agotarse de no ser por la intervención de Félix Millet Maristany, agente de seguros y mecenas, que implicó a su sobrino Jordi Tusell, fundador de Estela Films, el cual trajo consigo a Josep Benet. Ambos eligieron como codirector de Escobar a Alexandre Ciri Pellicer, publicista conocido por su trabajo como historiador del Arte y crítico cultural, que aportó sus conocimientos para darle la ambientación renacentista al film mientras el dibujante aportaba sus diseños y su vis comica centrada en el público infantil.

Para Cardona Érase una vez… «tiene una gran signficación histórica. Los 40 son la la época dorada del cine de animación que se hacía en Barcelona tras la Guerra Civil y esta película fue una especie de cumbre, el reto más grande con el que se atreven». Después, por diferentes motivos, entre otros, que la obligatoriedad del NO&DO en todas las proyecciones dejó sin espacio a los cortos de animación, principal fuente de ingresos de la industia, esta decae, y «muchos de los autores se dedicarán al dibujo o la historieta y dejaron la animación».

Además de su estatus de clásico histórico, la restauradora defiende su importancia como proyecto «con una gran ambición técnica. Utilizan todos los procedimientos que son novedosos para la época, como la rotoscopia o los multiplanos, al mismo nivel que las industrias de animación más potentes que había en otros países. Ya el hecho de atreverse con un largometraje fue una hazaña». Un pedacito de memoria que nos recuerda a otra industria, en una época mucho más difícil e injustamente olvidada.

Imágenes: Fotogramas de Érase una vez… – Filmoteca de Catalunya
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